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"Por la noche, al llegar a casa, puse un rato la tele y me vi frente a la tercera situación: un par de ministros retorciendo de manera abyecta la lengua española, de la que parecían ignorar los más elementales recursos -ministros del Gobierno de España, insisto-, para enumerar, sin que se les notara mucho lo siniestro, nuevos expolios, exacciones y vilezas. Para justificar una vez más su incompetencia, sus medias verdades, sus promesas incumplidas, los embustes encadenados con que disimulan su parálisis unos gobernantes enrocados en los privilegios de su puerca casta, sin el menor ánimo de renovación o cambio real; una dictadura fiscal gobernada por una pantalla de plasma, cuya única baza para mantenerse en el poder es la que le regala, sin mérito y por la cara, la inexistencia de una oposición eficaz o al menos respetable; la mediocre estupidez de una clase política que en su mayor parte, sin distinción de siglas, es egoísta, inculta, grosera. Pero ojo. Todo eso lo es en sintonía con el ambiente general de esta España en la que trincan y medran. Con lo que pide la peña en este lugar indecoroso donde los policías tutean en los semáforos, los políticos ignoran la sintaxis, y los curas torpes, olvidando que sin distancia no hay mito que sobreviva, convierten los talentos en millones y las arcas de la parábola en bancos con cajero automático. Y en manos de unos y otros, en este infame compadreo que no pretende igualdad de oportunidades para que todos lleguen a donde merezcan llegar, sino rebajarlo todo al triste nivel de los más zafios y tarugos, nos vamos despacio, inexorablemente, a la mismísima mierda."
- Don Arturo Pérez-Reverte, hoje